A 135 años de su nacimiento en marzo, mes de la mujer, Casa Museo EFM recuerda a una de las pensadoras chilenas más influyentes del siglo XX. Mujer, profesora, madre, feminista, esposa, trabajadora, escritora, directora, militante. Son estas y otras facetas las que definen el legado de Amanda Labarca.

Desde temprano demostró la importancia que para ella tenía la educación. Creía que no debía presentar ningún tipo de exclusión; ni monetaria, religiosa, étnica o política. En cambio, debía siempre contribuir al fortalecimiento de los valores democráticos. Amanda Labarca consideraba que la educación era la herramienta más eficaz y fecunda para lograr un cambio social.

Retrato de Amanda Labarca (1920). Autor desconocido. Dominio público – lib.harvard.edu.

También la concebía como un compromiso de los tres principales actores en esta materia: familia, profesorado y alumnado, por lo que cada componente debía tener o reconocer en sí mismos una dimensión política. Esta debía centrarse en la formación espiritual y moral, y fomentar la colaboración y la responsabilidad social.
Su carrera como educadora comenzó luego de titularse en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, como profesora de castellano, en 1905.

Sus apellidos al nacer, el 5 de diciembre de 1886, fueron Pinto Sepúlveda, que cambió cuando se casó con Humberto Labarca Huberston. Junto a él incursionó en el mundo político y se enroló en el Partido Radical, donde muchas veces buscó apoyo para llevar adelante sus ideas y proyectos relacionados con la educación y los derechos de la mujer.

Viajó varias veces al extranjero, no solo a estudiar, como cuando estuvo en París, en La Sorbonne, estudiando literatura, filosofía y filología; sino que también para participar en eventos relacionados con temáticas educativas y feministas. Aprendió de otros modelos educativos en su segundo viaje a Estados Unidos, en 1918, enviada por el gobierno de Chile con esa explícita tarea.

De estos viajes salieron varios escritos, reflexiones, críticas, libros y artículos. Estos planteaban nuevas prácticas pedagógicas, además de nuevas miradas y propuestas respecto a la situación de la mujer. Entre estos textos se encuentra su publicación llamada “La educación secundaria en Estados Unidos”.

Otra de sus facetas, la feminista, y por la que Labarca es también recordada, se caracteriza por la constante preocupación que mostraba ante la condición social y jurídica de las mujeres. Su postura era desde una visión realista de lo que era ser mujer en la época. Ella explicó en un discurso sobre el voto femenino, que no se consideraba sufragista, no por no pensarlo como algo irrelevante socialmente, sino porque “pedir el voto sería como si para vestir al desnudo principiáramos por ofrecerle una corbata de seda”. Es decir, era necesario reconocer que las mujeres debían prepararse para ejercer ese derecho, no por no merecerlo, sino con el temor de que no todas viesen la importancia del acto de votar. Por lo que, finalmente, dictar una ley no era tan urgente como crear conciencia.

El feminismo desde el que luchó guarda relación con la época que vivió. La libertad social y económica de las mujeres eran sus consignas, pero teniendo siempre en cuenta el rol de la mujer dentro del hogar y la familia; ya que como ella señaló, “la tarea primordial de la mujer es, sin duda, la formación de la atmósfera espiritual de su hogar”. De hecho, en algún momento se cuestionó si la falta de participación femenina en lo público, o mejor dicho, relegar a la mujer al mundo privado y no hacerla partícipe en la creación de leyes e instituciones, es lo que provocó la crisis valórica y social de la primera mitad del siglo XX.

Retrato de Amanda Labarca (sf.). Patrimonio cultural común. Labarca, Amanda, 1886-1975 – Retratos. Colección: Biblioteca Nacional de Chile. id MC: MC0002525.

De enumerar sus propuestas, logros y reconocimientos podríamos llenar páginas y más páginas, por lo que, para fines prácticos, se nombrarán solo algunos de estos hitos:

En 1932, creó el Liceo Pedagógico Experimental Manuel de Salas, proyecto que tenía como fin una educación basada en lo científico: observación, experimentación y formulación de hipótesis, sin dejar de lado la formación valórica y democrática.

En 1946, el presidente Gabriel González Videla la nombró embajadora para las Naciones Unidas. El tiempo que estuvo ahí, llegó al cargo de jefa de la Sección Estatus de Mujer. Ya en 1949 representó a las Naciones Unidas cuando se hizo el acto oficial de promulgación de la ley del sufragio femenino en el Teatro Caupolicán.

Su casa de estudios también le hizo varios reconocimientos. Por ejemplo, en 1920 se convirtió en la primera académica profesional del país. Desde entonces, formó parte del profesorado de la Universidad de Chile, en la Facultad de Filosofía y Humanidades, y se hizo cargo de la sección de Extensión Cultural Universitaria y de las Escuelas de Temporada.

Entre los cambios legales en el país fruto de su trabajo, encontramos los que fueron realizados al Código Civil: la habilitación de las mujeres para atestiguar, que las casadas pudiesen administrar sus dineros y la extensión de la patria potestad en caso de inhabilidad del cónyuge o muerte. Amanda Labarca falleció en 1975, luego de una larga vida de trabajo y compromiso, tanto con la con la educación, como con las mujeres de todos los estratos sociales.


Referencias

  • Ana María Stuven, Amanda Labarca. Santiago de Chile: Hueders, 2019

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